Las Islas Azores es uno de los mejores lugares para el avistamiento de cetáceos del planeta. Una experiencia única entre delfines, cachalotes y ballenas ¡en libertad!
Uno de los principales motores que impulsó nuestra visita a las Islas Azores fueron ellos. Los delfines, ballenas y cachalotes que viven por estas aguas. No en vano, más del 30% de las especies de ballenas y delfines del planeta pasan asiduamente o habitan en las Islas Azores… Nosotras soñábamos con verlos disfrutar a sus anchas en mitad del Atlántico. ¡Qué ganas!
De ahí que, apenas cinco minutos después de tener comprados los vuelos, estuviéramos buscando información sobre empresas que realizaran excursiones de avistamiento de ballenas en Azores. Opciones no faltaban, como era lógico. 😉
Nos decidimos por Terra Azul Azores Whale Watching. ¿Los motivos? Hacían salidas desde la Isla de São Miguel -es la que íbamos a visitar-, tenían certificado de excelencia de Trip Advisor y garantizaban el avistamiento, esto es, si por cualquier motivo no se ven animalitos en el tour reservado, te ofrecen otro completamente gratis para otro día.
Nos habían convencido. Les mandamos un email y en menos de una hora ya teníamos nuestra actividad. 55€ por ser temporada baja -octubre a abril-, el resto del año, 60€.
Avistamiento de ballenas en Azores
Con puntualidad inglesa llegamos a las instalaciones de Terra Azul Azores, en el puerto marítimo de la bonita localidad de Vila Franca do Campo.
Nuestra salida era a las 9 de la mañana, pero debíamos estar media hora antes para completar el registro, realizar el pago y equiparnos para salir al mar -chaqueta impermeable y chaleco salvavidas-.
Cuando todo nuestro grupo estaba listo, Milou, la experta bióloga holandesa que nos acompañaría ese día, nos explicó, en un perfecto inglés, las instrucciones básicas de seguridad. ¡Estábamos preparadas! 🙂
De manera ordenada y prudente fuimos acomodándonos en las tres filas de asientos que tenía la lancha. Los más altos debían situarse en la del medio para que hubiera un equilibrio en el ángulo de visión. 😉
¡Here we are!
Atlántico, ¡allá vamos!
Tiago -el conductor- arrancó motores. Un suave paseo por la zona portuaria y… ¡Velocidad máxima! Ante nosotros, la inmensidad del Atlántico. El cielo estaba algo nublado pero daba igual. La emoción era máxima. Dejamos la mente en blanco y nos dejamos llevar. Saltito por aquí, saltito por allá… Las aguas estaban muy tranquilas pero la velocidad alcanzada por la lancha provocaba que rebotásemos ligeramente sobre nuestros asientos. 🙂
20 minutos después, nos detuvimos. Habíamos llegado a la primera zona de avistamiento de delfines. Los expertos ojos de Milou y Tiago hacían barridos a lo largo y ancho del océano avisándonos cuando veían el mínimo atisbo de actividad animal…
Allí estaban, algo tímidos – era muy temprano – pero se dejaban ver. Tras varios intentos fallidos de fotografiarlos exactamente cuando salían a la superficie, desistimos. Preferimos guardar las cámaras y dedicarnos en exclusiva a contemplarlos… ¡¡Qué maravilla!! 🙂
Eso sí, hicimos alguna fotito panorámica de la Isla de São Miguel que estábamos dejando atrás.
Tras merodear por los alredores, seguimos avanzando. Era hora de ir en busca de los cetáceos de gran tamaño y debíamos alejarnos más de la costa. Ruido de motor y, nuevamente… ¡¡Velocidad a tope!! 🙂
Hola cetáceos!
Allí estábamos, en mitad del Atlántico, casi a “medio camino” entre Europa y América. Los cetáceos se hacían los remolones, es cierto, pero la sensación de estar en mitad de la nada, en la superficie calmada del vasto e inmenso océano, era, sencillamente, de alucine. Mirábamos al infinito, al horizonte, donde nuestra percepción visual dibujaba la unión entre el inmenso océano y el cielo. Creernos si os decimos que ese instante fue uno de los momentos más especiales de la excursion… 🙂
De repente, un emocionado Tiago grita…
Síiiii, nos había venido a visitar ¡el primer cetáceo! Concretamente, uno de los muchos cachalotes que viven por la zona de manera permanente -según nos comentó Milou-.
Nos acercamos todo lo que pudimos, manteniendo una prudente distancia de seguridad. Estos “animalitos” no son precisamente pequeños, un cachalote puede llegar a medir 23 metros, por lo que conviene dejarles su espacio.
Nuestro amigo marino avanzaba de manera lenta pero sin pausa, ajeno por completo a la expectación que había generado entre todos nosotros. Cámaras o móviles, daba igual. Cualquier dispositivo era bueno para inmortalizar ese momento.
¡Qué maravilla! Ante nuestra atónita mirada teníamos nada menos que un cachalote enorme que, paradójicamente, parecía minúsculo en el extenso océano.
Estuvo un buen rato acompañándonos, nadando plácidamente y expulsando un fuerte chorro de agua por el espiráculo -orificio superior que utilizan para respirar- en cada respiración.
Llegó la hora de decir adiós. El cachalote alzó su cola a la superficie y se sumergió.
Milou nos explicó que, por lo general, los cetáceos suelen permanecer sumergidos alrededor de 30 minutos antes de volver de nuevo a la superficie.
Tiago siguió peinando la zona con la lancha en busca de más ejemplares… ¡Estábamos de suerte! Una mamá ballena había salido a “pasear” junto a su cría… 🙂 Ambas permanecieron en la superficie bastante más tiempo de lo habitual. Al parecer, y según nos explicó Milou, esto se debía a que la cría era aún muy pequeña y no podía sumergirse durante mucho tiempo. 🙂
No guardamos fotos de ellas, al menos no en formato digital. El recuerdo perdurará para siempre en nuestra memoria.
¡Hola delfines!
Aunque para nosotros habían pasado apenas unos minutos, lo cierto es que ya llevábamos sobre el agua más de dos horas… Tocaba volver. Eso sí, antes haríamos otro intento de avistar delfines.
Qué chulada!!! Alrededor de diez delfines habían venido a saludarnos. La timidez de los primeros se había tornado en toda una demostración de atrevimiento. Estaban súper simpáticos y juguetones. Nadaban muy cerquita de la lancha, como si nos estuvieran escoltando…
En realidad, lo que sucede es que a los delfines les gustan las burbujitas que genera el motor de la lancha y por eso se situaban a nuestro alrededor… 🙂 🙂
¡¡Qué bonitos!! Según nos dijo Milou, se trataba de varios ejemplares del conocido como delfín común. Se les distinguía muy bien, sobre todo porque la parte de la panza era blanca y reflejaba un precioso tono turquesa bajo el agua.
Estaban por todos lados. No podíamos sentirnos más felices. Era un verdadero gustazo verlos nadar ¡en libertad! ¡Cómo deben estar! 🙂
¿Sabías que los delfines duermen sólo con la mitad de su cerebro y que necesitan salir a la superficie para respirar cada 5 u 8 minutos? 🙂
Islote de Vila Franca do Campo
Con la emoción aún a flor de piel nos despedimos de los delfincitos para continuar el camino de vuelta. Un retorno en el que, para nuestra sorpresa, aún haríamos una paradita más. Concretamente, en el Islote de Vila Franca do Campo. 🙂
La localidad de Vila Franca do Campo tiene la particularidad de contar con su propia islita volcánica. Una Reserva Natural, a escasos 1000 metros de la costa que cuenta con una idílica bahía en su interior.
Un pedacito de tierra de belleza mayúscula que recibe decenas de turistas en temporada alta gracias a las numerosas excursiones disponibles en verano.
Un cielo completamente encapotado y la fina, pero incesante lluvia, nos impedían contemplar este paraíso en todo su esplendor. Aún así, éramos capaces de apreciar la belleza de las aguas que lo rodeaban y sentir la fuerza de la misma cuando envestía los promontorios rocosos.
El azul turquesa era maravilloso. De una intensidad bárbara. 🙂
Aquí en verano se tiene que estar de lujo. Dijimos al unísono que volveríamos cuando hiciera mejor tiempo… 😉
Tres horas después llegamos de nuevo al muelle. Milou aprovechó los últimos metros de recorrido para detallarnos qué especies habíamos visto exactamente. Se notaba que le apasiona su trabajo. Habíamos acertado de pleno en la elección de la empresa. 😉
Delfines comunes –Delphinus delphis-, cachalote –Physeter macrocephalus– y ballena común –Balaenoptera physalus-.
Nada menos que tres especies diferentes. Habíamos sido ¡muy muy afortunados! Empezaba a llover con intensidad pero ya no importaba. Gracias al equipo de profesionales que hay detrás de Terra Azul Azores, nuestra primera experiencia de avistamiento de cetáceos había sido un rotundo éxito. ¡¡Gracias!! De corazón. 🙂
De nuevo en tierra firme, nos tomamos el té calentito que nos sirvieron los chicos de Terra Azul y emprendimos el camino a casa. Tocaba hacer planes para cuando dejase de llover. 😉
¿Dónde está la oficina de Terra Azul Azores?
Aquí tienes la localización exacta, así como su página Web, para cuando quieras reservar tu propia aventura de avistamiento de cetáceos en Azores. ¡¡Suerte!!
Web: Terra Azul Azores
Hola Ely y Mar!
¡Gracias por su visita y por todas estas amables palabras!
Cualquier cosa que necesiten, recuerden que pueden contactarnos en https://www.azoreswhalewatch.com
¡Esperamos tenerlos de regreso para un otro tour!
Estoy con un nudo en la garganta de la emoción. Vi una vez ballenas en Boston, y fue una experiencia superintensa. ¡Quiero volver a vivirla, pero esta vez con mi compañero de aventuras! Y azores parece que nos va a brindar esa oportunidad.
Estoy de acuerdo con vosotras en que, en este tipo de experiencias, muchas veces es mejor guardar la cámara y vivirla a tope.
¡Aunque sea en perjuicio del blog, jejeje! De todas formas, al final conseguisteis fotazas! Una super experiencia. ¡¡Estoy deseando llegar!!
Un abrazo viajero