Toda ciudad tiene lugares que sólo conocen los locales y zonas que pasan desapercibidas para las miradas desentrenadas pero que albergan un valor y una belleza extraordinarios. Amsterdam no iba a ser menos...
Amsterdam. Sus canales, su Barrio Rojo, sus Coffee Shops, su queso, sus fachadas Patrimonio de la Humanidad, su queso. Van Gogh, Rembrandt, Ana Frank. Lo cierto es que es tremendamente sencillo hacerse una ligera idea de la belleza de esta ciudad sin ni siquiera haber puesto un pie en ella…
Precisamente por ello, quisimos ir un poquito más allá -aunque fuera nuestra primera visita- y ahondar en esos lugares no tan trillados turísticamente. Esto es, descubrir sus tesoros escondidos. Como no podía ser de otra forma, nos llevamos una gratísima sorpresa. Cierto es que alguno te puede sonar pero te aseguramos que no encontrarás aglomeraciones de turistas yendo de un lado a otro. ¿Preparado para conocerlos? ¡Pues vamos! 😀
Rincones secretos de Amsterdam
Dignita Hoftuin
En nuestra escapadita por la capital holandesa nos apetecía marcarnos un desayuno especial, de esos que aportan energía para toda la jornada y que alimentan la vista y el alma. Por eso, cuando la Oficina de Turismo de Amsterdam –#Iamsterdam– nos recomendó la cafetería Dignita Hoftuin no lo dudamos ni un instante. ¡Lo cumplía todo!
¿Ubicación? Justo detrás del Museo Hermitage, en el corazón del parque Hoftuin, ajena al tráfico, a los turistas y a cualquier elemento que pudiera mínimamente entorpecer un relajado comienzo de día.
¿Descripción? Grandes cristaleras para no perder ni un haz de luz -o para disfrutar de la lluvia-, una terraza exterior para los días soleados y un espacio interior vintage con los detalles exquisitamente cuidados, ambientado con hilo musical, vestido en madera y con césped artificial dando vida al techo -sí, al techo-. ¡Peligrosamente acogedor!
Además, Dignita Hoftuin forma parte de “Not For Sale”, una organización internacional que ofrece programas de capacitación a grupos vulnerables. De hecho, su lema es “Eat well, do good” -Come bien, haz el bien-.
¿Su carta? Un generoso abanico -con opciones veganas- de desayunos brunch, cafés, tés, cocktails y zumos naturales multivitaminados. ¡Todo súper apetecible!
Tardamos lo nuestro en decidirnos pero, al final, optamos por dos cafetitos, un brunch Umami Avocado -nos flipa el aguacate- y un par de sus zumos especiales (pedimos uno y tanto nos gustó que probamos otro…): Green Paradise -piña, alga spirulina, gengibre, zumo de limón, zumo de piña orgánico, verdura de hoja verde y menta- y Pink Pop -sandía, arándanos, zumo de limón, zumo de manzana orgánico y menta-. Vitaminas no nos iban a faltar. 😛
Nos costó la vida marcharnos de allí. Estábamos muy muy a gusto, como en una especie de oasis o burbuja. Además, ese día llovía y hacía bastante viento así que… ¡imagínate!
Sobre sus precios, pues bueno, no son para repetir a diario -o sí, todo depende del bolsillo de cada uno- pero, para un “de vez en cuando”, están fetem. Máxime teniendo en cuenta la tremenda calidad y mimo de sus preparaciones. 😀
Bagijnhof
Cierto es que este rinconcito no es el descubrimiento del siglo pero, aún así, como está escondido, bien merece la pena aparecer en nuestro listado.
Begijnhof es uno de los lugares más singulares de Amsterdam. Se trata de un antiguo convento construido en 1346 donde, durante muchos años, vivieron las beguinas -la última monja falleció en 1971- Y ¿quiénes fueron las beguinas? Según explica Amsterdam.net “Las mujeres que no pertenecían a una orden de la iglesia, pero habían decidido dedicar su vida a ayudar a los necesitados. Las beguinas renunciaban a una vida privada, prometiendo castidad y uniéndose en esta especie de comunidad pero, de todas maneras, podían renunciar al beguinaje en cualquier momento.
Pero lejos de ser un convento tradicional, Bagijnhof es un vecindario de elegantes y tradicionales casas holandesas -164 para ser más exactos- con una iglesia central –Engelse Kerk-, clandestina en la época calvinista, y un precioso y cuidado patio interior ajardinado.
Nos pareció un lugar con un encanto mayúsculo. De repente, pasamos de estar en la concurrida Spuistraat a encontrarnos en un espacio tranquilo y sosegado donde, aunque ha sufrido alguna reforma, todo está como hace siglos. Salvando las distancias, es como si hubiéramos atravesado un portal mágico directo a la Edad Media. 😀
Se puede visitar de 9:00 a 17:00. Eso sí, sé muy respetuoso pues vive gente.
Gracias Lena por darnos a conocer esta joyita. 😉
Museo Micropia
Uno de los museos más curiosos y jóvenes de Amsterdam es el Museo Micropia, el primer museo del mundo dedicado a los microorganismos. Sí, como lo lees.
La entrada es gratis con la I amsterdam City Card. Si no la tienes, el precio para un adulto son 16€.
Nosotras pensamos… Teniendo en cuenta que estos mini seres conviven con nosotros a diario… ¿por qué no aprender más sobre ellos? Y con esa idea incluimos en nuestros planes una visita al Micropia y ¡sorpresa! Fue de lo más productiva y ¡divertida!
El recorrido está planteado de manera muy didáctica y práctica. Con varios puestos donde, con la ayuda de la lente de un microscopio, podrás verlos en detalle. Como si fueras ¡un científico!
Además, al comienzo, te dan una especie de tarjeta de cartón para que puedas estampar el dibujo de aquellos micro seres que más te interesen con el fin de ver cómo cobran vida en un pantallón gigante que une ambas plantas. Hay un sello en cada puesto.
Y como estos holandeses son muy innovadores, han instalado un menu interactivo con información de todos los “bichines” que tenemos en cada recoveco de nuestro cuerpo y que se activa moviendo tus manos en el aire gracias a los sensores que tiene instalados. ¡Una chulada! 😀
El Museo Micropia tiene más sorpresitas pero las dejamos para que las descubras por tu cuenta. 😛
Si te apetece un museo diferente, te lo recomendamos. Y, si vas con niños, ¡más aún! Abre todos los días de 9:00 a 18:00 horas; de jueves a sábado cierra a las 20:00 horas.
Cafe ‘t Smalle
Buscando un sitio auténtico y con historia para poner el broche final a nuestra fugaz aventura holandesa nos topamos con el Café ‘t Smalle. Un local familiar de tamaño discreto -sobre todo la planta inferior- que abrió sus puertas allá por 1780.
No había prácticamente nadie cuando entramos. Sólo el camarero con un semblante desenfadado y un par de señores apurando el último trago. ¿Turistas? Nosotras, jejeje. Y no porque no esté céntrico, que lo está y mucho, pero hay que saber que existe. 😉
Dos Heineken -que para algo estamos en Amsterdam-, una ración de queso holandés, hummus variado, una especie de carne cruda, debidamente tratada, y listo. Teníamos todo lo necesario para viajar a la Amsterdam de antaño.
Mientras charlábamos sobre la magia que desprendía Amsterdam y lo requetebién que nos había hecho sentir, nuestra mirada se entretenía en los detalles: La llama de los cirios sobre las mesas, los oscuros paneles de madera de techo y paredes, la repisa con revistas y periódicos, los candelabros, la escalera de caracol que conducía al piso superior, los barriletes que decoraban la pared que había tras la barra, la serpentina de cerámica, las bonitas vidrieras de las ventanas que tantos juegos de luces deben crear un día soleado,…
Sí, sin lugar a dudas, ‘t Smalle era justo el lugar que buscábamos. Ni que nos lo hubieran fabricado a medida. 😛 Un lugar perfecto para refugiarte con una buena pinta de cerveza holandesa y huir del mundo -si lo necesitas-.
Algún día publicaremos un post similar al de los pubs más antiguos de Londres pero con Amsterdam como prota.
Tras un par de horas, llegó el momento de partir. La primera escapada a #LaGranAmsterdam había llegado a su fin pero… ¡qué fin! 😀
¡Me encanta el blog! Ámsterdam será mi próximo destino. Soy una amante del buen café, ¿me podrías recomendar alguna cafetería donde tomar un café de especialidad en la ciudad, además de Cafe ‘t Smalle? Muchas gracias 🙂
Hola!
Nos hace muy felices saber que te gusta el blog! Ámsterdam fue una escapada muy especial y la verdad es que la disfrutamos muchísimo. Sobre recomendarte una cafetería, pues la verdad es que, además de la que mencionamos en el blog, no nos dio tiempo a conocer ninguna más… Lo sentimos. Está claro que tendremos que volver alguna vez, jejeje.
Un abrazote viajero,
Eli y Mar