La Isla de La Gomera esconde lugares muy especiales para descubrirlos con calma. La Cascada de Arure es uno de ellos
Puede que no te sorprendas si te decimos que La Gomera es la isla canaria perfecta para practicar senderismo. Solo con las 18 rutas oficiales que hay habilitadas en el Parque Nacional de Garajonay, ya da para unas cuantas jornadas de profunda inmersión en la naturaleza, jejeje. ¡Qué barbaridad de parque!
Pero, ¿sabes qué? La Gomera también tiene otras opciones de senderismo de lo más resultonas fuera del marco de Garajonay que son, ¿cómo decirlo? “secretas”, y que, claro está, o visitas la isla con un poco de calma o ni te enteras que están ahí.
Este es el caso de la ruta de senderismo a la Cascada de Arure; una ruta con la que nos topamos por casualidad tras sucederse varias circunstancias encadenadas que nos llevaron a alojarnos justito al lado de donde daba comienzo. ¿El destino? ¡Puede! El caso es que ahí la teníamos y, nos pareció tan chula, que, para nosotras, fue una de las que más disfrutamos de todas las que completamos en las dos semanas que pasamos en la isla gomera. Y eso que fueron unas cuantas,… 😏
Ruta de Senderismo a la Cascada de Arure
Lo primero de todo, vamos a situarnos. Nos encontramos en la zona de Valle Gran Rey, la segunda población en tamaño después de la capital, San Sebastián de la Gomera, y una de las poblaciones más turísticas de la isla. Pues bien, en los alrededores de Valle Gran Rey, a 5 minutos en coche, hay un caserío muy especial que se llama El Guro.
Y decimos especial porque es el último rincón gomero que aún conserva buena parte del espíritu hippie que inundó esta zona en los 70.
Pero bueno, ya le dedicaremos a El Guro su propio capítulo. Ahora, centrémonos en la ruta. 😀
- Tiempo estimado: 2 horas y media, ida y vuelta y con paradas incluidas
- Dificultad: Moderada
- Recomendación 1: Evita ir en chanclas. Lleva calzado apto para senderismo porque el camino es bastante irregular
- Recomendación 2: Los primeros 10 minutos transcurren a cielo abierto por lo que mejor si llevas gorro y protección solar
Tras subir un buen trecho de la importante pendiente del barranco donde están asentadas las casas de El Guro (el coche lo debes dejar abajo, a un lado de la carretera), verás una pared de piedra con dos señalizaciones bien claritas. Como buena zona hippie, ambas bien coloridas: una flecha amarilla y verde y un trozo de madera -que pudo ser cualquier cosa en otra vida- de un verde más intenso, no dejan lugar a dudas, la Cascada de Arure está hacia la derecha.
A cielo abierto
Los primeros metros los recorrimos a cielo abierto, en compañía de palmeras, alguna que otra chumbera y una poderosa pared de piedra vertical cuarteada que, salvando las distancias, hizo que recordáramos las curiosas formaciones gomeras de Los Órganos. Por cierto, una excursión que te aconsejamos sí o sí.
Algo muy de agradecer es que la ruta está muy bien señalizada. No tiene pérdida. Cada pocos metros, aparece una alegre flechita o una vistosa señal indicando el camino a seguir. ¡Así da gusto!
Pasados unos diez minutillos, nos topamos con una bifurcación -la única de la ruta-. Tomamos el camino de la izquierda porque la ruta transcurre al ladito del riachuelo -o sobre él- que se forma en el Barranco de Arure con las aguas provenientes de la cascada que vamos a visitar en un ratín.
De repente, el escenario árido y expuesto a los rayos del sol, se convierte en húmedo y sombrío. Comienza la diversión. Sí, diversión, porque, lo que no sabíamos, y fuimos descubriendo poco a poco, es que la ruta no es la típica en la que hay que seguir un cómodo caminito más o menos definido.
No, aquí, lo mismo pisas juncos o troncos, que atraviesas zonas encharcadas, que trepas alguna roca -de pequeño tamaño-, que subes una escalera, que… Vamos, algo así como una prueba de obstáculos. 😀 Eso sí, fácilmente salvables, por lo que no te preocupes que se recorre bien.
Tan pronto debíamos hacer fuerza con los bíceps para sujetarnos a un tronco, que guardar el equilibrio para atravesar una hilera de piedras sobre un charco, que poner los gemelos, los cuádriceps y los isquiotibiales a trabajar para superar alguna altura entre piedras. Con esta ruta nos quedó muy claro que ¡la naturaleza es el mejor gimnasio posible! 💪🏼
Entre arroyos
Tras aproximadamente una hora de recorrido, llegamos a un pequeño arroyo que nos pareció una maravilla. El agua se deslizaba con alegría por una pequeña pared de piedra escalonada formando una pequeña poza cubierta, casi por completo, por una fina capa de líquenes de un llamativo color verde precioso. ¡Lugar cuco como él solo! 🤩
En un primer instante pensamos que podría ser nuestra cascada -aunque nos parecía un poco raro porque, por lo que nos habían dicho, la esperábamos más alta-. Miramos alrededor y vimos que había una marquita que indicaba que había que continuar; además de que, según el GPS, estábamos cerca pero aún quedaban algunos metros. ¡Seguimos!
Por el camino saludamos a una cabra montesa que estaba encaramada sobre las rocas. Nunca dejará de llamarnos la atención, lo cómodo que está este animal en estos terrenos tan complicados…
Cascada de Arure
El sonido del agua empezaba a resonar cada vez con más fuerza. La Cascada de Arure debía estar ya muy, muy cerca. Y así era, unos últimos pasos sobre una especie de “camino” de piedras apelotonadas, un pequeño giro y, ¡ta chán!
¡Chulada! Pero qué preciosidad. Espectacular.
Y no tanto por la caída de agua en sí, que no tenía mucha altura y presentaba un caudal bastante tímido -la visitamos en septiembre-, sino por el lugar donde se encuentra. 😍
El espacio que resguardaba la cascada era algo así como una especie de cueva natural de piedra de gran altura labrada por el agua, pero sin techo. Los tonos de la pared por la que se precipitaba el chorro de agua oscilaban entre el rojizo, el negro y el brillante verde de los musgos y líquenes que proliferan divinamente en este hábitat tan húmedo.
Pero lo que nos pareció más flipante fue el resto de paredes que la flanqueaban. Sobre todo, la del lado izquierdo. Que conste que no resulta nada fácil expresarlo con palabras pero el aspecto de las formaciones rocosas era como si un gigantesco animal marino hubiera abierto su boca de par en par para mostrarnos su descomunal dentada. O como si, justo antes de tocar el suelo, una intensa lluvia de piedras de forma rectangular se hubiera quedado paralizada.
Aquí tienes algunas imágenes para que te hagas una ligera idea aunque, como siempre suele pasar, nada como estar allí en persona.
El contraste de su descomunal tamaño con el de nuestras personitas ¡era brutal! 😱
Además, para colmo, tuvimos el lugar para nosotras solitas. No había absolutamente nadie. Así que nos resarcimos con la cámara a base de bien, fotografiando cada detalle de este singular sitio de La Gomera que habíamos tenido la suerte de conocer y que, por supuesto, ¡te recomendamos!
Para nosotras, de los lugares más increíbles e inolvidables de la Isla de La Gomera. Y hablando de lugares gomeros especiales… Echa un vistazo a la Montaña Roja. ¡Te sorprenderá! 😉