Hacer avistamiento de ballenas en Islandia es emocionante y divertido. Una experiencia única en uno de los lugares más especiales del planeta
Reconocemos que embarcarnos en hacer una actividad de avistamiento de ballenas no estaba en nuestros planes iniciales para #LaGranIslandia. Primero, porque no era seguro que hubiera salidas programadas para la época en la que íbamos -marzo- y, segundo, porque no teníamos claro que nos fuera a dar la vida. Pretendíamos dilatar los 10 días que íbamos al máximo pero todo tiene un límite, jejeje.
Finalmente, no sólo sí había tours disponibles en marzo sino que pudimos enrolarnos en una de las aventuras. ¡Fetem! 🙂
¿Dónde? En Húsavík, un encantador puerto pesquero bañado por las aguas de la bahía Skjálfandi que se ha convertido en la capital europea del avistamiento de ballenas. Sí, ¡europea!
En sus costas habitan un buen número de familias de ballenas jorobadas, la ballena minke y la más espectacular, la ballena azul. Además de la orca, la marsopa y, por supuesto, los simpáticos delfines. 😉
¿Con quién? Con North Sailing, una empresa familiar y pionera en el avistamiento de ballenas en Islandia que lleva más de 25 años comprometida con la sostenibilidad y responsabilidad del hábitat marino. De hecho, el slogan eco-friendly y su código de conducta, les acompañan en todos sus experiencias. Un esfuerzo y dedicación que les han sido reconocidos en varias ocasiones. Nos dieron buenas vibras así que ¡les contactamos!
Además, son los que más alta valoración tienen en Trip Advisor. Por algo será… 😉
¿Qué tour? Su Húsavík Whale Watching – The Original Tour (disponible del 1 de marzo al 30 de noviembre). Tres apasionantes horas en un barco tradicional de roble islandés por las gélidas aguas del Mar de Groenlandia. ¿Precio? 9450 ISK, unos 69€.
¡Deseando estábamos! ¿Tendríamos suerte? 😉
Avistamiento de ballenas en Islandia
El día ‘d’ se había levantado algo nubladillo pero, al menos, la lluvia, el viento y la nieve no tenían mucho afán de protagonismo… ¡Que ya es de agradecer en el invierno de Islandia! En nuestro caso, como nos alojábamos en los alrededores del Lago Myvatn, en el Skútustadir Guesthouse concretamente, tuvimos que madrugar algo más para desplazarnos hasta Húsavík. La actividad comenzaba a las 10:30.
Nos separaban unos 65 kilómetros (45 minutos) de los cuales, algo menos de la mitad, transcurren por un tramo de la Ring Road (N1) y, el resto, corresponden a las carreteras secundarias 845 y 85 -ambas asfaltadas-. Todo estaba tan tan nevado que ambas vías parecían un elegante trazo dibujado sobre el infinito lienzo blanco. ¡Qué maravilla!
Como habíamos reservado la experiencia por internet -algo más que aconsejable en temporada alta-, fuimos derechitas a recoger nuestros pases físicos para subir a bordo.
¡A navegar!
Mientras nos aproximábamos a la zona de embarque -justo detrás de las oficinas bajando unas escaleras- nos imaginamos la vida que debe haber en el puerto o lo bonito que tiene que lucir este pueblito en verano. Si ahora en invierno nos parecía chulísimo y muy cuco, con el solazo y las buenas temperaturas de julio o agosto, tiene que ser una absoluta gozada. 🙂
Nuestro guía, Frédéric Gendron -Fréd para los amigos-, nos estaba esperando para darnos un mono impermeable que nos protegiera, aún más, de las frías temperaturas que habría mientras navegábamos, así como de la posible lluvia que pudiera caer. Íbamos bien preparadas pero en el Mar de Groenlandia, en invierno, ninguna capa sobra, jejeje. 😉
A las 10:30 en punto, el Knörrinn comenzó a moverse lentamente. Mientras dejaba atrás la bahía para adentrarse en aguas más profundas, Fréd -ataviado con un jersey y guantes de calentita lana islandesa- nos dio algunas instrucciones de seguridad y consejos.
Uno en el que más hincapié hizo fue que, por favor, en alta mar, nuestra integridad física era muuuucho más importante que sacar esa foto con el móvil o la cámara. Un buen rato más tarde, entendimos a qué se refería…
El mar estaba en calma pero el cielo estaba cada vez más encapotado. Es más, íbamos derechitos a situarnos bajo la nube más gris del cielo. 🙂 No pudimos evitar recordar nuestra aventura en el Hurtigruten por el Mar de Barents cuando fuimos desde Tromsø hasta Kirkenes. ¡Lo que nos gustarán estas latitudes tan remotas! 🙂
A medida que nos adentrábamos en aguas abiertas, sentíamos con mayor intensidad el azote del mar golpeando los bajos del Knörrinn. Si permanecías sentado no había problema alguno pero si, como nosotras, estabas de pie, agarrarse con fuerza a los barrotes de hierro de los laterales del barco era vital para no caerse o tropezarse.
Ni que decir tiene si, además, pretendíamos sacar una foto… En ese momentos comprobamos a qué se refería nuestro guía con sus consejos iniciales. 🙂
De repente…
La enérgica y entusiasmada voz de uno de los jóvenes asiáticos que nos acompañaba nos advertía que había visto una ballena “at 9”, a la vez que señalaba la dirección aproximada con su dedo índice. No tardamos ni un segundo en apelotonarnos a su alrededor para comprobar que, efectivamente, allí estaba.
Su aparición fue tímida, apenas sacó un poco el lomo, pero había salido a darnos los ¡buenos días! 🙂
No dejará nunca de sorprendernos lo “insignificantes” que parecen estos gigantes marinos en la inmensidad del mar y lo descomunales que son realmente. ¡Fascinante! Eso sí, la inmortalización del momento no ganará ningún premio de fotografía. 😉
Manteniendo la distancia mínima de seguridad para no molestarla, el Knorrinn viró el rumbo para intentar seguirla.
Nada, nada, nada, nada,…
Esta vez se dejó ver algo más. Exhaló el aire por el espiráculo transformándose rápidamente en un potente chorro de agua -por la diferencia de temperatura-, levantó la cola y se sumergió. 🙂
Aunque bueno, la fotito obtenida no mejoró mucho. Como el barco se movía bastante era imposible estar ahí, inmóviles, con el objetivo preparado para hacer “clic”. Debíamos apresurarnos en los pocos segundos que la criatura marina nos daba de margen… Y claro, pues pasa lo que pasa. Eso sí, el recuerdo visual del momento se almacenó en alta resolución en nuestro memoria gráfica. 😉
Sabíamos, por la experiencia que vivimos avistando ballenas en Azores, que “nuestra amiga” tardaría en salir. Una vez que estos mamíferos marinos exhalan el aire y se sumergen, pueden tardar hasta media hora en volver a la superficie.
Permanecimos por la zona algo más de 30 minutos observando en todas las direcciones. Poco antes de emprender el camino de vuelta a puerto, se dejó ver en dos ocasiones más. Estábamos satisfechas. Cierto es que no habíamos logrado ver ningún salto ni pirueta de esas que te dejan con la boca abierta cuando las ves en los documentales o en las imágenes de profesionales, pero sí que pudimos disfrutar de su compañía pese a no ser la época más fructífera. ¡Gracias “pequeña”!
En el camino de regreso, Fréd nos obsequió con un chocolate caliente y un delicioso bollito de canela islandés.
Empezábamos a tener algo de frío así que te puedes hacer una idea de lo bien que le sentó a nuestros destemplados cuerpecitos.
¡Hora de la caña!
De nuevo en puerto, necesitábamos brindar por la genial experiencia que acabábamos de vivir. ¡Nos había encantando! Y sí, también nos apetecía refugiarnos en algún lugar cálido y acogedor tras haber estado tres horas en alta mar, jejejeje.
¿Dónde fuimos? Al Gamli Baukur. En pleno puerto. Una antigua casa reconvertida en restaurante tradicional con cervezas locales y una cocina basada en productos frescos de la zona. Su decoración marinera y que estuviera forrado de madera nos terminó de convencer.
Eli se pidió una hamburguesota de esas que no quieres que se acaban nunca y Mar una ensalada vegana que le supo deliciosa. Y de postre, una mousse de limón con una textura y sabor exquisitos. Vamos, ¡qué no pudimos haber elegido mejor!
Por cierto, el pase del avistamiento con North Sailing tiene un descuento del 10% en la comida, así que, ¡no lo tires!. 😉
Para terminar, te dejamos con algunas fotos de avistamientos que la tripulación profesional de North Sailing ha hecho. Éstas sí podrían ser premiadas. 😉