Risas, emoción y aventura en la espectacular Sierra de Guara ... Descendemos el Barranco del Vero, uno de los mejores lugares de España para la práctica del barranquismo
Por fin había llegado el cumple del hermano de Eli. Un aniversario que quería celebrar derrochando adrenalina. ¿Cómo? Pues nada menos que practicando barranquismo en uno de los mejores lugares de España para la práctica de esta actividad. La Sierra de Guara, en pleno Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara de Huesca. Nos lo íbamos a pasar de fábula!
Por supuesto la idea nos entusiasmaba. Todo lo que conlleve descargarse de estreses y disfrutar de espacios naturales únicos nos parece, sencillamente, fantástico!
En las semanas previas al cumple, nos fuimos informando sobre el excepcional entorno del que íbamos a disfrutar. La belleza de la Sierra de Guara era realmente espectacular; los caudales de sus principales ríos -Vero, Alcanadre y Mascún– han modelado durante años la abrupta cadena montañosa de infinitos cañones, formando a su paso cientos de barrancos con infinitud de toboganes, sifones, destrepes, saltos y rápeles.
Un caprichoso trabajo que ha llevado a la Sierra de Guara a ser todo un referente a nivel europeo en la práctica de turismo activo, siendo visitada anualmente por miles de amantes del barranquismo y aficionados de las escapadas multiaventura.
Uno de sus barrancos más populares es el Barranco del Vero. Un barranco plagado de profundos saltos, amplias pozas al sol, piscinas de aguas turquesa y vertiginosos acantilados, que ya se ha convertido en la seña de identidad de la Sierra de Guara. Éste precisamente sería el protagonista de nuestro día de aventura! 🙂
Barranquismo en Huesca
Por fin había llegado el gran día. Con la ilusión a flor de piel, y cierto nerviosismo, nos acercamos hasta el municipio de Alquézar -uno de los pueblos, junto con Ainsa, con más encanto de Huesca– para reunirnos con los que iban a ser nuestros guías.
Habíamos contratado un paquete que ofrecía diferentes alternativas según tu grado de preparación física y nivel de atrevimiento. ¡Nos venía al pelo!
La furgoneta la dejamos en una amplia y gratuita zona de acampada que había a las afueras del pueblo, fue ahí donde comprobábamos que no éramos los únicos aventureros… Entre risas, y alguna que otra payasada, fuimos adentrándonos por las calles de Alquézar hasta llegar al punto de encuentro.
Uno a uno nos fue dando el material necesario para realizar la actividad de barranquismo: Casco, escarpines, traje de neopreno y una mochilita rígida impermeable por pareja para llevar nuestros víveres de manera segura. Es aconsejable llevar alguna barrita o frutos secos, un bocadillito y algo de agua, al finalizar la actividad te vendrá de lujo.
Tras los consejos y recomendaciones tocaba poner pies en polvorosa para iniciar la primera fase de la actividad. 45 minutos de aproximación hasta el barranco. 😉
La senda era bastante cómoda, un caminito con más sol que sombra nos permitía avanzar mientras contemplábamos alguno de los cañones que hacen tan famosa a esta sierra. ¡Daba verdadero vértigo!
A lo lejos empezábamos a escuchar el susurro del agua, ya no quedaba casi nada…
Ahí estaba, ya habíamos llegado a la zona conocida como la Lecina. Un conglomerado de grandes cantos rodados en el que daba comienzo la diversión. Tras algún que otro contratiempo con los neoprenos (hay que ver lo complicado que puede llegar a ser embutirse en estos trajes), estábamos perfectamente preparados para comenzar el tan esperado descenso del Barranco del Vero. ¿A que estábamos wapísimos 🙂 ?
Una grieta de algo menos de un metro dejaba entrever una cueva subterránea.
Pues sí, con cierto respeto nos fuimos adentrando por el oscuro orificio para acabar saltando a una cueva iluminada por los rayos de sol… ¡Qué pasada! Sí, algo de miedo habíamos pasado -somos un pelín claustrofóbicas-, pero el bautizo no podía haber sido más emocionante! 🙂
Poco a poco nos íbamos acostumbrando a caminar zambullidos en el agua, a deslizarnos por los divertidos toboganes o a saltar a los grandes charcos que teníamos a nuestros pies…
No nos extraña que el Barranco del Vero sea el preferido por todos los turistas y locales para practicar deportes de aventura. El entorno en el que se encuentra es realmente fascinante.
Resultaba difícil no quedarse embobado mirando la magnitud de las montañas que nos rodeaban mientras nos retorcíamos de mil maneras para atravesar las rocas… Teníamos que haber practicado algún ejercicio de contorsionismo antes de venir… 😉
En alguna que otra ocasión, nuestro guía nos indicaba dos vías para proseguir, la fácil o la difícil. Ambas llegaban al mismo punto pero una requería más valentía que otra. ¿Adivinas qué opción elegíamos nosotras? 😉
La parte que más me nos gustaba eran los saltos… De mayor o menor altitud, el Barranco del Vero presenta determinadas zonas a las que sólo se puede acceder saltando, muy divertido. El guía nos indicaba la zona en la que debíamos caer y listo, manos cruzadas y ¡a saltar!
¡Bomba va! 🙂
Una vez abajo, esperábamos a que todos nuestros compis hubieran saltado y a seguir…
Algunos de estos saltos acababan en verdaderas piscinas caribeñas. ¿El Caribe de Huesca? 😛 En estas amplias pozas naturales, las aguas del río Vero permanecen especialmente quietas e inmóviles. Un auténtico remanso de paz pintado en verde turquesa del que no dan ganas de salir… 😮
Y así, con una popurrí de sentimientos encontrados por lo emocionante y desconocido de cada escollo que veíamos pero también por lo complejo pero, a la vez, mágico del lugar, fuimos completando los 7 kilómetros de trayecto hasta llegar a las faldas de Alquézar, el punto final del barranco conocido como puente románico de Villacantal. Un rinconcito donde permanecimos un buen rato recobrando el aliento y recuperando parte de las energías consumidas.
¡Sí! ¡Lo habíamos conseguido! ¡Yuuupi! El Barranco del Vero ya era todo un hito en nuestro currículum aventurero. 😀
Estábamos agotados, habían sido algo más de 3 horas caminando por el agua entre rocas, recobecos, cuevas y desniveles, superando todos los obstáculos que encontrábamos a nuestro paso y levantándonos de algún que otro tropiezo… Pero daba igual. La experiencia había sido ¡inolvidable! 🙂