12 kilómetros entre los impactantes macizos de los Picos de Europa y el acompañamiento del suave curso de las aguas del río Cares
En los últimos meses habíamos oído hablar mucho de la Ruta del Cares. A toda persona que le comentábamos que pasaríamos unos días en Asturias, nos decía que era de visita obligatoria. Y no es para menos, la Ruta del Cares es una de las rutas más famosas y turísticas de toda España y una de las rutas de senderismo realizables más espectaculares de Europa.
Así que nada, como somos de lo más obedientes, ¡la incluimos en nuestros planes! 😉
También conocida como Garganta Divina, esta ruta de casi 12 km de longitud (en un sólo sentido) parte de la localidad leonesa de Caín y llega hasta la localidad asturiana de Poncebos. Discurre todo el tiempo por una estrecha senda en la ladera de la montaña y junto al curso del río Cares.
Se realiza aproximadamente en 3 ó 4 horas yendo a una velocidad de paseo media, la duración real dependerá de las paradas que hagas para contemplar y fotografiar los paisajes que te encuentras por el camino.
Es una ruta verdaderamente cómoda, sin apenas complicación y apta para todo tipo de aventureros, tanto si tienes experiencia como si no. Puedes consultar el perfil técnico para tener más detalles.
Al no ser una ruta circular, si no quieres hacer los 24 km de ida y vuelta, te aconsejamos que contrates una actividad de turismo activo que realice los traslados o bien que te coordines con alguien en el destino para que vaya a recogerte en coche. Nosotras optamos por la 1ª opción.
Y siguiendo con los consejos, sugerirte que te lleves una botella de litro y medio de agua para el camino, da igual si el día está nublado o no, o si es invierno o verano, ¡seguro que te viene de lujo! 🙂
Disfrutando de la Ruta del Cares
Nuestro guía de la ruta de 4×4 nos había dejado en Caín, por lo que tras tomarnos el tentempié que nos habíamos preparado, pusimos nuestros pies a caminar con la ilusión de descubrir los rincones secretos de este increible Parque Nacional.
Nos dio la bienvenida un pequeño tramo de túneles cavados en las rocas cuyos particulares balcones nos permitían asomarnos a las privilegiadas vistas. Había que caminar algo agachado para no darse en la cabecita… ¡Pero tenía su particular encanto!
Resultaba realmente impresionante ver la magnitud de los macizos rocosos de Los Picos de Europa cuando nos parábamos tranquilamente a contemplarlos. En comparación con ellos éramos realmente diminutos…
Antes de comenzar preguntamos al guía si había posibilidad de perderse… Nos contestó con un tajante ¡NO! Y es que, como puedes observar, hay una y sólo una forma de avanzar en la Ruta del Cares. Cualquier otra vía no es aconsejable, jejeje
Era variada y muy diversa la belleza que teníamos a nuestro alrededor. La inmesidad de las rocas, los variados desniveles, el color turquesa de las aguas del río Cares, los diferentes tonos de la piedra de las montañas y la dura y resistente flora que las adornaba. Realmente nos quedábamos ensimismadas con cada paso que dábamos…
¿Imaginas la sensación de caminar entre estos gigantes de la naturaleza? Resulta abrumadora, ¡te lo aseguramos!
Ta chan… ¡sorpresa! Ante nuestros ojos un pequeño embalse salía a recibirnos. El agua bastante fresquita nos sentó de lujo para refrescarnos un poquito la nuca. 😉
Aunque el tiempo estaba nublado, llevábamos ya unos cuantos kilómetros y nuestra temperatura corporal había subido bastante.
El caminito parece estrecho ¿verdad? Eso pensábamos nosotras antes de acercarnos, pero luego nada de nada, el vértigo que parece dar antes de llegar se desvanece entre las montañas justo cuando tienes que pasar por él…
Pero qué bonito el color turquesa del Cares… ¡y sin retoque fotográfico! 😉
Escuchar el cantar de las aves que sobrevuelan el cielo y el susurro del agua mientras observas las magnánimes montañas que tienes ante ti… Te transportas a otra dimensión, sientes como si de repente estuvieras en otro mundo distinto al que conoces… Una auténtica maravilla que aún hoy día nos emociona sólo con recordar la experiencia.
La ruta proseguía y de repente… otra agradable sorpresita. El Puente de Los Rebecos, un pequeño puente de piedra que permanece inmóvil a nuestro paso, un puente que no podemos ni imaginar la veces que habrá sido cruzado en toda su historia…
– “Chicos… a la de tres ¡patata!”
Aquellos que ves al fondo eran nuestros compañeros de ruta, nuestros compis vascos y madrileños habían cogido carrerilla mientras nosotras nos habíamos entretenido inmortalizando con nuestras cámaras toda la belleza y espectacularidad que teníamos alrededor. 🙂
Este escenario, en el que se perciben las pequeñas cavidades de las rocas sobre el embalse y 4 pitufillos, nos pareció digna de salvaguardar para el recuerdo.
Y llegamos al plato fuerte… ¡Brutal! Sentíamos como si hubiéramos coronado la cima de una gran montaña después de varios días de extenuante camino, como en esas películas de montañeros intrépidos…
Las gigantes montañas se alzaban más allá de nuestra vista, no habíamos visto semejante belleza natural en la vida…
Si la foto impresiona… ¡Imagínate en vivo y en directo! De alucine.
Cientos de metros después nos encontramos con este pequeño arroyo bajo el puente del Bolín…
Una señal nos indicaba dónde estábamos realmente. Tras 2 horas de camino habíamos recorrido 6,2 kilómetros desde Caín. Se nos había hecho realmente cortito. 😉
Eli con la melena al viento y la cara roja como un tomate… 🙂
Estos dos puntos de la ruta nos parecieron curiosos y decidimos fotografiarlos para poder compartirlos contigo… ¿Qué te parecen?
Cuando sacamos esta fotografía estábamos llegando casi al final, estábamos en la zona conocida como Los Collaos y apenas quedaban un par de kilómetrosque se nos hicieron especialmente duros.
Ese tramo presentaba una ligera pendiente y tenía la pista de gravilla y piedras y, claro, las fuerzas empezaban a fallar un poquito. Pero nada grave, con paciencia y buen pie ¡todo se consigue!
Mira que amiguita tan simpática nos encontramos por el camino… ¡Hola! ¡Saluda a la cámara!
Y por fin, tras 12 Km de verdadera belleza natural, de gigantescas montañas y de paisajes de ensueño llegamos a Poncebos, la meta, el lugar donde nos esperaba un bar para tomarnos unas cañitas bien fresquitas como colofón a este fantástico día de aventura. ¡Salud!
Media hora después, nuestro guía vendría a recogernos para trasladarnos a nuestros respectivos puntos de origen, terminando así el círculo comenzado hacia ya ¡casi 7 horas! 🙂 🙂
La experiencia había sido extraordinaria, no hay duda, fue la manera perfecta de conocer el Parque Nacional de los Picos de Europa, desde dentro ¡y a pie! ¡Gracias naturaleza por ofrecernos tanta belleza!
Jajajja qué graciosas… perderse en la ruta del Cares… Salvo que seas una cabra montesa o tengas habilidades para escalar los abruptos paredones… imposible. Bueno, en realidad hay un par de escapes, pero o los vas buscando o ni te das cuenta.
Cuidado con las cabras, están tan acostumbradas a ver gente como su fuente de comida rica que no tienen vergüenza. Se suben hasta a la espalda si estás sentado.
Antes de empezar a leer el post, sabía que os iba a encantar esta ruta, no me esperaba otra cosa. Es verdaderamente impresionante.
Ainsss sí que éramos un poco ilusas, jajaja Aunque bueno, con lo despistadas que somos nada es imposible… 😀
Sí, lo de las cabras nos dimos cuenta, además de la de la foto vimos otras dos o tres más acercarse tranquilamente, de hecho vimos hasta un carnero que imponía un respeto que no veas…
Sí, fue una ruta chulísima, de las más impresionantes que hemos hecho nunca y es que ver ahí los gigantes de piedra impone ¡y mucho!