Nos perdemos y nos encontramos en el laberinto de calles empinadas de Guimerà. La Edad Media queda patente en cada rincón de esta preciosa villa de Lleida
Sábado, 9 de la mañana, un cielo azul a más no poder y un sol que ya empezaba a dejarse notar, un comienzo de día perfecto para poner rumbo a Barcelona, las tierras donde pasaríamos la festividad de los Reyes este año! 😉
Nada más coger la autovía se nos ocurrió que podría ser buena idea aprovechar esta primera escapada del año para conocer algún pueblo con encanto de los muchos que existen en la ruta Madrid – Barcelona.
Estuvimos mirando toda la zona de la cuenca baja del Ebro, las villas de interés turístico de Zaragoza y Aragón y los pueblos con encanto de la zona que íbamos a recorrer y el que nos convenció fue Guimerà, un pequeño pueblo de aproximadamente 350 habitantes catalogado como uno de los pueblos más bonitos y con más encanto de la provincia de Lleida.
Probando la gastronomía de la zona
Aunque pensábamos llegar sobre las 3 de la tarde, al final se nos habían hecho casi las 4, por lo que nuestra primera preocupación al llegar a Guimerà fue encontrar un sitio donde poder comer. Vimos una cafetería nada más entrar, pero lamentablemente no servían comidas, les pedimos consejo y nos recomendaron el restaurante Sant Jordi que estaba a apenas 300 metros, así que nada, allí que nos fuimos!
Al llegar ya nos dió muy buenas vibraciones sólo con ver la fachada, la cual sugería que dentro se debía comer de lujo! Además cogían tickets restaurante!!!!! 😉
Entramos y el tema mejoraba por momentos: fachadas de piedra, vigas y mobiliario de madera, aperos agrícolas como decoración, … el salón simulaba a la perfección una clásica y acogedora casa de comidas labriega de tiempo atrás!
Nos dijeron que la cocina estaba cerrada pero que tenían ciertos platos que sí que nos los podían servir y como la idea tampoco era comer en exceso, pues nos pareció genial!
Al final pedimos dos platos típicamente catalanes: escalivada con salsa romescu y exqueisada. La escalivada todo un acierto, riquíiiiisima como ella sóla, la mejor que hemos probado sin duda alguna; sin embargo la exqueisada, aunque también estaba muy buena de sabor, para nuestro gusto, la presentación podía mejorar un poco, más que trocitos de bacalao marinado parecían trocitos de carne de pincho preparados para la plancha y daba un poquito de cosa comerlos… 🙁
Ya bien alimentadas, estábamos preparadas para conocer esta maravillosa villa, Guimerà nos esperaba con los brazos abiertos!!
Un laberinto de calles como núcleo medieval
Guimerà posee uno de los núcleos medievales mejor conservados de la península, no en vano, fue declarado Bien Cultura de Interés Nacional en 1985. Su entresijo de calles empinadas, los callejones que acaban en las puertas de las casas, las fachadas de piedra, su peculiar arquitectura y su acertada disposición laberíntica hacen que te sumerjas de inmediato en el mundo de la Edad Media, es fácil imaginar cómo era la vida antaño. 🙂
Estábamos encantadas, caminábamos observando cada detalle, decidiendo si íbamos por la derecha o por la izquierda…qué más daba, lo bonito era indagar, cuánto más recóndita era una calle, más nos atraía, jejeje.
Hacia la conquista del Castillo de Guimerà
Indagando, indagando, llegamos hasta la cima de Guimerà. En esta zona se encuentran las ruinas del impresionante castillo del s. X, el cual, a día de hoy, dista mucho de ser lo que en su día constituyó la gran fortaleza defensiva de la villa.
La parte mejor conservada es su torre de vigía, donde se puede subir de manera totalmente gratuita por una escalera de aluminio exterior seguida de una escalera de caracol, mitad conservada, mitad reconstruida.
Desde lo más alto se puede ver la grandiosa iglesia parroquial de Santa María, la cual fue construida por Guerau Alemany de Cervelló y su esposa entre los siglos XI y XII en un momento de expansión de la villa.
Desde lo más alto se obtienen unas vistas impresionantes del conjunto de esta espectacular villa, así como del valle del río Corb, nos estaba gustando muchísimo esta joya arquitectónica de nuestro país! 🙂
Hacia la Plaza Mayor de Guimerà
Decidimos bajar por otras calles diferentes, así seguiríamos descubriendo rinconcitos. Era divertido ver cómo a veces dábamos con un callejón sin salida que acababa en el portal de una casa y teníamos que dar la vuelta para probar otra ruta, jejeje. Al final conseguimos llegar hasta la Plaza Mayor, la cual se encuentra en la zona más baja de Guimerà.
Mientras un grupo de adolescentes nos observaba con un fallido disimulo, nosotras íbamos de un lado a otro de la Plaza para observar con detalle los diferentes recintos que había: una panadería justo ahí, un restaurante por aquí, una tienda de alimentación por allá y por supuesto, el Museo de Guimerà, el cual, muy a nuestro pesar, estaba cerrado (sólo abren sábados y domingos por la mañana).
En su página Web podéis consultar las actividades que ofrecen así como los horarios para visitarlo.
Y decimos adiós con el Monasterio de Vallsanta
La visita a este encantador pueblecito estaba tocando a su fin, aunque aún nos quedaba una parte muy importante, el Monasterio cistercience de Vall Santa, o más bien lo que queda de él.
Junto a la carretera, a 2 Km de Guimerà, según sales hacia Tárrega (o a Barcelona, en nuestro caso), se pueden ver las ruinas de una iglesia gótica que estuvo habitada desde 1235 a 1589, año en el que la abandonaron definitivamente las últimas monjas que aún resistían.
Con la visita a estar ruinas poníamos fin a lo que había sido una escapada fabulosa! Esto de conocer un pueblo con encanto en plena ruta de viaje nos había parecido una genial idea y una forma estupenda de continuar conociendo los maravillosos rincones de nuestra orografía! Lo repetiremos más a menudo, jejeje 😉