La isla canaria de La Graciosa es uno de los pocos espacios europeos que aún mantienen su naturalidad, su lado salvaje. Hoy nos vamos de excursión para conocerla
Poco o nada sabíamos de La Graciosa antes de #LaGranGymkanaCanaria, el sudoku en forma de mapa que compusimos para nuestro debut en las maravillosas Islas Canarias. ¿Cómo dimos con ella? Buscando información sobre Lanzarote. Te ponemos en situación.
La isla de La Graciosa, junto con los islotes de Montaña Clara, Alegranza, Roque del Este y Roque del Oeste, conforman el espacio natural protegido del Archipiélago Chinijo, una reserva marina con una superficie de 70.439 hectáreas, ¡la mayor de la Unión Europea! situada al Norte de Lanzarote y separada de ésta por El Río, un brazo marino de 2600 metros de ancho.
¿Octava? ¿Pero las Islas Canarias no eran 7? Sí, efectivamente, hasta el 26 de junio de 2018, así era. Una situación que cambió ese mismo día tras reconocerse a La Graciosa como la octava isla canaria habitada. ¡Enhorabuena! 😀 Eso sí, a nivel de competencias, este pequeño archipiélago, al completo, depende administrativamente del municipio de Teguise -en la isla de Lanzarote-.
Empezamos a sentir una curiosidad inmensa por este pedacito de tesoro natural salvaje, sin vías asfaltadas, sólo arena y más arena. Una atracción que se convirtió en amor a primera vista cuando la contemplamos por vez primera desde el Mirador del Río de Lanzarote. Al día siguiente, tuvimos una cita. 😉
¡De excursión a La Graciosa!
Poner un pie en La Graciosa es tan sencillo como subirse a uno de los muchos ferries que parten del puerto de Órzola, una tranquila -y fotogénica- localidad costera situada en el Norte de Lanzarote.
Cómo ir a La Graciosa. Info práctica. Consejos.
El trayecto Lanzarote-La Graciosa lo operan varias compañías, lo que se traduce en que hay conexiones prácticamente cada hora desde, más o menos, las 8:00 de la mañana hasta las 18:00 de la tarde -20:30 en verano-. Y así todos los días del año. El trayecto apenas dura 30 minutos.
No es necesario comprar tu tarjeta de embarque con antelación. Nosotras llegamos a las 10:40 y, aún teniendo que hacer una cola de 5 personas para comprar nuestros tickets, pudimos subirnos al ferry de las 11:00. Es más, nos sobraron algunos minutos. ¿Y de quién era el barco? Nuestra elección fue Líneas Romero -tampoco había muchas más opciones a esa hora y, además, eran los próximos que iban a zarpar 😛 -. ¿El precio? 26€ cada una ida y vuelta (tarifa de septiembre de 2019). Los peques pagan la mitad y, como es obvio, los residentes tienen descuento.
En este enlace puedes consultar los horarios y las tarifas actualizadas de Líneas Romero.
Como ya hemos mencionado, La Graciosa no tiene carreteras, ninguna, por lo que tu coche no viaja, tienes que dejarlo en Lanzarote. Eso sí, puedes subir a bordo tu bici. 😉
Importante. La mayoría de las calles de Órzola, incluido el puerto, tienen zona azul. ¿Y entonces? ¿Qué hago con mi coche? Tranquilo. Para los pasajeros de los ferries, en el propio puerto, hay habilitado un parking gratuito al aire libre. Los operarios de las compañías navieras se encargan de controlarlo para evitar picarescas. Nosotras no tardamos ni 2 minutos en aparcar. Todo muy ágil. 😉
Otra opción es llegar a Órzola desde alguna de las principales ciudades de Lanzarote gracias a las líneas regulares de bus que las navieras facilitan.
¡Hola paraíso volcánico!
Por fin habíamos llegado. La silueta de Caleta de Sebo dejó de ser una delgada línea blanca que flotaba en el océano para transformarse en un puñado de casas a tamaño real.
Ninguna superaba las dos alturas y todas, sin excepción, lucían inmaculadas, con ventanas y puertas pintadas de marrón, verde o azul añil.
La sensación de no caminar por asfalto, estando en un pueblo, nos resultaba un poco extraña pero no tardamos en acostumbrarnos. Tampoco podíamos hacer otra cosa, jejejeje. 😛 Por suerte, la arena estaba bastante compacta y avanzábamos con facilidad.
A pesar de que era media mañana, Caleta de Sebo estaba muy tranquila, aún dormía. Apenas vimos dos o tres mujeres cuidando de sus macetas, pero poco más. Incluso la actividad del instante “desembarco” se difuminó en seguida. Todos parecíamos tener claro dónde dirigirnos. En nuestro caso, a la Playa La Francesa, una maravillosa playa virgen situada en la costa Sur de la isla que apenas dista 2 kilómetros de la capital isleña.
Teníamos por delante, unos 30 minutos de caminata.
Nuestra idea inicial era alquilar un par de bicis pero habíamos leído en algún que otro foro que los caminos hasta las playas tienen bastante arena suelta en algunos de sus tramos y, aún con bicis de ruedas anchas -las recomendadas para esta isla-, transitarlas se dificultaba por momentos. Además, veíamos un poco absurdo alquilar una bici para un día entero -unos 10€- si íbamos a estar 4 o 5 horas. Vale, cierto es que a pie, no nos daría tiempo a visitar las playazas del norte como Las Conchas, pero, al menos en esta primera toma de contacto, no era lo que pretendíamos.
Aunque no hemos probado sus servicios, la empresa de alquiler de bicis El Mato Bikes, tiene muy buena puntuación.
También teníamos la opción de alquilar uno de los taxis 4×4 autorizados, bien para hacer un tour por la isla, bien para que te lleve a un punto ‘x’ y te recoja a una hora ‘h’ pero tampoco nos convencía. Le quitaba “la gracia” a La Graciosa. 😉
Así que nada. A pie.
Reconocemos que el camino no se nos hizo pesado. Corría una ligera brisa y las nubes fueron nuestras compis de ruta durante gran parte del recorrido. ¡Menos mal! A ver, no te vamos a negar que caminar todo el rato sobre arena resulta bastante agotador. Pero bueno, también es cierto que la sensación de estar ahí, “perdidas” en territorio “salvaje” y alejadas de todo y de todos, lo compensaba con creces. ¡Qué paz! La Graciosa nos mostraba su mejor versión.
Y por fin, tras unos 35 minutos, ¡llegamos! a nuestro pedacito de paraíso. Cierto es que conforme avanzaba la mañana vino alguna persona más -8 ó 10- pero, en ese momento, justo cuando habíamos alcanzado nuestra meta, sólo había una chica tomando el sol. ¡Sólo una! 😀 ¡Qué gustazo! Menos mal que esta playa es una de las más concurridas…
Teníamos la Playa La Francesa, con su 500 metros de arena blanca, su precioso azul verdoso turquesa de la orilla, sus aguas nítidas repletas de fauna marina y sus vistazas a los 172 metros de la Montaña-Amarilla casi ¡para nosotras solas!
Nos zambullimos en el agua sin pensarlo. ¡Para qué esperar! La temperatura era la ideal, más fresquita que en la zona de Levante pero lo suficientemente cálida como para no querer salir en horas.
Un poco de snorkel, algo de natación, momento tomar el sol con un buen libro y vuelta a empezar. ¡Estábamos en la más absoluta gloria! No podíamos haber elegido mejor escenario para celebrar nuestro 7º aniversario. 😉
Nos planteamos acercarnos a la vecina Playa de la Cocina -10 minutos de subida y unos 5 más de bajada- pero lo descartamos. Preferimos quedarnos en la tranquilidad de “nuestra” playa.
Eso sí, nos han chivado que la Playa de La Cocina merece la pena. Es algo más pequeña que la Playa La Francesa y se encuentra al resguardo del paredón azafranado de la Montaña-Amarilla. Con cielo despejado, la fotaza está asegurada.
Y así, casi sin darnos cuenta, nos dieron las cinco de la tarde. Hora a la que nos habíamos planteado regresar a Caleta de Sebo para que nos diera tiempo a subirnos al ferry de las 18:00 de vuelta a Lanzarote.
Nuestra primera cita nos había transmitido muy buen feeling. De hecho, por momentos, nos arrepentimos de no haber pasado alguna noche con ella para tener la ocasión de visitar sus playazas del Norte… En fin, menos mal que la tenemos relativamente cerquita para una segunda cita. 😉