Historias de valentía y superación encerradas entre los muros de una proeza de la ingeniería militar en el idílico entorno de la bahía de Elounda
Pocos lugares son tan emblemáticos para el pueblo de Creta como la histórica Isla de Spinalonga. Visitada por miles de turistas cada año, este icono cretense, situado en la zona noreste de la isla griega, puede presumir muy alegremente de ser una de las obras de ingeniería militar más logradas de la historia.
De bastión defensivo a exilio de enfermos
Inicialmente unida a la península de Kolokitha, fue el pueblo veneciano, allá por 1526, quien convirtió a Spinalonga en la isla que hoy es. Con el fin de mejorar la defensa de este área geográfica, separaron literalmente Spinalonga de las costas de Kolokitha, construyendo, 20 años después, la inexpugnable fortaleza que ha llegado hasta nuestros días. A los turcos les costó sudor y lágrimas echar a los venecianos… Nada menos que ¡60 años!
Ya en épocas más cercanas, serían los cristianos los que la usarían como refugio ante invasiones enemigas. Los desembarcos eran muy complicados al llegar la muralla al mar. Tristemente, en la primera mitad del siglo 20, el último cometido de esta isla fue el de ofrecer refugio y auxilio a una colonia de leprosos durante los años de mayor virulencia de esta mordaz enfermedad… 🙁
Pero como suele decirse, eran otros tiempos…
La Isla de Spinalonga en la actualidad
Hoy día, la Isla de Spinalonga, ofrece al turista un rico escenario arqueológico y de gran valor histórico desde donde poder disfrutar del entorno mágico de las aguas de la bahía de Elounda.
La mejor opción para visitarla es coger uno de los barcos que parten desde los puertos de Agios Nikolaos (1 hora, 18 ó 20€), Elounda (20 minutos, 10€, los niños menores de 13 años, 5€) o Plaka (10 minutos, 8€).
Nosotras elegimos partir desde el coqueto puerto de Elounda ya que está pegadito a Agios Nikolaos (5 minutos en coche) y el ahorro en tiempo de travesía y coste es importante. Además, parten barcos con mayor frecuencia, cada media hora. 😉
Como apunte a tener en cuenta, la Isla de Spinalonga está completamente deshabitada, no hay alojamiento alguno, por lo que lo habitual es ir y volver en el mismo día. Máxime considerando que el retorno es completamente gratuito. 😉
Pues nada, ahí estábamos, venidos desde Madrid, los 4 fantásticos listos para conocer la Isla de Spinalonga. 🙂
Tras dejar el coche en el parking gratuito del mismo puerto, llegamos al kiosko con el tiempo justo para comprar los billetes. Faltaban 5 minutos para partir… 🙂
Isla de Spinalonga, ¡allá vamos!
Hacía un día espléndido. Desde la proa disfrutábamos de las idílicas aguas de la bahía mientras intentábamos adivinar la localización exacta de la isla fortaleza. Sí, ya la veíamos. Ahí, a lo lejos, la muralla veneciana hacía acto de presencia. ¡Ya no quedaba nada!
Mientras el barco atracaba, contemplábamos absortas los tan habituales colores característicos de Creta. Unas tonalidades vivas e intensas, que iban del azul más oscuro al verde claro turquesa, que alcanzaban su máxima expresión en las faldas marinas que rodean la isla. ¡Una chulada para la vista! 😀
Ya con los pies en tierra firme, nos dirigimos a la caseta para comprar las entradas del recinto arqueológico, es decir, de toda la fortificación. Como curiosidad, el Ministerio de Cultura griego está trabajando para conseguir que la Fortaleza de Spinalonga sea Patrimonio de la Humanidad.
La entrada general cuesta 2€, ofreciendo importantes descuentos a menores de 18 años y estudiantes (los carnets de la UNED y la UOC son válidos). Vamos, que de los 4 que íbamos, sólo pagó Eli… 😉
Como ves, Grecia mantiene su fuerte compromiso con la cultura. Es muy notable y merecen un fuerte aplauso las facilidades que ofrecen al visitante para conocer cada una de sus riquezas históricas. Ojalá tomaran ejemplo otros países…
“Desnudamos” la Isla de Spinalonga
Una pequeña puerta de madera nos permite entrar en el recinto amurallado. Desde ahí empezamos el recorrido dejando atrás el ajetreo incesante del puerto de Spinalonga. La llegada de navieras de turistas era continua. 🙂
Había varios tours de visitas guiadas, pero preferimos ir por nuestra cuenta ayudándonos de la información que había en los folletos que nos facilitaron cuando compramos las entradas.
Avanzábamos despacio. Mientras recorríamos cada metro del baluarte defensivo, intentábamos imaginar cómo habían vivido allí los diferentes pueblos conquistadores: Venecianos, turcos, cristianos,… Durante siglos, Spinalonga sirvió como escenario de épicos episodios de heroicidad, valentía y lucha por la libertad.
Crueles batallas y sangrientos enfrentamientos en un escenario en el que ahora tan sólo se percibía tranquilidad y sosiego, todo resquicio violento había quedado difuminado con el paso del tiempo…
Es por eso que nos parecía realmente admirable el buen estado de conservación de la mayoría de las edificaciones venecianas. ¿A qué no parece que tengan 400 años 🙂 ?
Queríamos explorar, así que decidimos desviarnos del cómodo camino asfaltado y subir cual cabras montesas por la ladera de la montaña. Queríamos ascender a lo más alto, a la cima de Spinalonga.
El terreno era peligrosamente escarpado, había numerosas piedras sueltas y debíamos extremar la precaución e ir con cautela, pero el esfuerzo tuvo su recompensa, ¿no crees?
Respiramos profundamente. El paisaje era realmente abrumador. Incitaba a sentarse y quedarse literalmente embobado, con la mirada perdida… (y eso que el viento se empeñaba en estropearnos el “momento zen”, jejejeje) 😛
¿Cuántas veces habrían hecho este recorrido los barcos de pasajeros? ¿Cuántas personas habrían visitado la Isla de Spinalonga?
Espléndidas vistas en un entorno paradisíaco que guardaremos para siempre en nuestra memoria fotográfica…
Un buen rato después iniciamos el camino de descenso, aventurándonos a tomar otra vía distinta a la elegida para subir. Queríamos recorrer los entresijos de Spinalonga para conocerla bien a fondo.
A nuestro encuentro salieron conjuntos de viviendas mejor o peor conservados,
cactus labrados con la firma de quien no tenía otra cosa mejor que hacer…,
ventanas secretas con vistas al bonito azul de las cristalinas aguas de la bahía,
y hasta zonas de alabastro. Un valioso y duradero material utilizado, entre otras cosas, para construir nada más y nada menos que el trono del Rey Minos, allá por el año 2000 a.C. (se puede visitar en el Palacio de Knossos). 🙂
Ya en la base de la fortaleza, nos recibe la antiquísima Iglesia de San Panteleimon, del año 1709 a.C..
Cuenta la historia que en esta edificación eclesiástica residió el heroico y valiente cura quien, siendo una persona completamente sana, ayudó y cuidó a numerosos enfermos durante los años en los que Spinalonga fue una colonia de enfermos de lepra.
Y es que, por difícil que sea imaginarlo, hasta el año 1957, Spinalonga estuvo habitada por un importante número de personas que, pese a su enfermedad, intentaban llevar una vida lo más digna y normal posible. Se enamoraban y formaban familias, tenían sus propios negocios, organizaban sus celebraciones para intentar divertirse, llegaban incluso a tener esperanza de curarse y poder volver a Creta… 🙂
Sin lugar a dudas, un claro ejemplo de superación y valentía que quiso plasmar la brillante escritora británica Victoria Hislop en su exitosa obra “La Isla”.
Con este conmovedor libro, Hislop quiso transformar el oscuro y triste episodio de Spinalonga en una verdadera historia de esperanza y amor. Este gesto tuvo una arrolladora acogida en el pueblo griego, quienes incluso produjeron una serie de televisión que bate records de audiencia… 🙂
A día de hoy, las salas del antiguo hospital han sido acondicionadas, siendo utilizadas como espacios de museo donde se exhibe parte del instrumental médico utilizado en aquella época, así como diversos carteles con la historia y evolución de la camaleónica Isla de Spinalonga.
Y es que, si bien es cierto que hoy día Spinalonga es tristemente recordada por ser una de las últimas colonias de leprosos del mundo, su longeva historia le confiere y otorga una sería de títulos bien merecidos como enclave estratégico e importante símbolo de resistencia de la isla griega de Creta.
Y así, con sentimientos enfrentados por lo mágico del lugar y a la vez la triste historia que encierra, llegamos de nuevo a la puerta que nos permitió acceder a este interesantísimo reducto defensivo.
Hacía un sol de justicia, por lo que decidimos esperar el ferry de retorno al cobijo de una de las codiciadas sombras de los árboles que había por la zona. 😉
Con ligero optimismo fuimos a comprar una botellita de agua a la tienda… Pero nada, nuestra sed no llegaba al punto de necesitar pagar 3€ por una botella de medio litro… 😉
La visita a la Isla de Spinalonga había sido muy especial. Cierto es que guarda entre sus murallas crueles y tristes historias, pero el tinte bucólico del entorno, junto con la omnipresente aura de humanidad y coraje, hicieron que esta excursión fuera mágica. 🙂
Ay qué bonita es Grecia!!! buenos recuerdos me traen estos posts, aunque estuve en las Cícladas y tengo pendiente Creta 🙂
Siiiii Alicia, la verdad es que Creta nos enamoró! No descartamos volver el año que viene y ya de paso incluir alguna islita más!!! 🙂 Un besazo wapa!!