Nos sumergimos en la naturaleza de la Sierra Norte para subir a la Chorrera de San Mamés, una de las cascadas más importantes de la región madrileña
Un auténtico soplo de aire fresco, de vida, de esperanza. Eso supuso para nosotras la escapada que hicimos a la Chorrera de San Mamés. Y es que, tras estar confinadas tres meses por el dichoso “bichito”, pasear libremente, aunque con mucha precaución, por la Sierra Norte de Madrid, nos inyectó un señor chute de energía y una buena dosis de optimismo. ¡Cómo echábamos de menos la naturaleza! 😀
Y, ¿por qué fue la elegida? Pues porque es una de las cascadas más altas de Madrid -la segunda si no nos hemos informado mal-, la ruta es sencilla y no supone mucho esfuerzo y completar el trayecto de ida, de aproximadamente 4’3 kilómetros -saliendo desde el centro del pueblo-, lleva alrededor de hora y media. Nos pareció perfecta para desentumecer los músculos, jejeje.
Además, hacía tiempo que le teníamos ganas. 😉
De ruta hacia la Chorrera de San Mamés
Como deja bien claro su apellido, este importante salto de agua madrileño pertenece a la localidad de San Mamés, uno de los tranquilos y preciosos pueblos que esconde la Sierra Norte de Madrid. Éste, concretamente, está a a unos 87 kilómetros de la capital -una hora por la A1-.
Una de las curiosidades que tiene San Mamés es que, durante la Guerra Civil, su iglesia sirvió de cuartel general al bando republicano.
Por cierto, muy cerquita de aquí, en la vecina Paredes de Buitrago, comienza la Ruta de Senderismo del Frente del Agua, un instructivo recorrido por una de las zonas más activas durante la desafortunada contienda bélica española.
Y, dicho esto… ¡Comenzamos!
San Mamés – Quesería (1 km)
Tanto si comienzas la ruta desde el centro de San Mamés, como si lo haces desde la iglesia, tus pies te conducirán hasta la Quesería de San Mamés, una tienda de quesos artesanos -de pura leche de cabra del Guadarrama, como así anuncian- en la que, además de llevarte a casa productos de la zona y quesos que ya han recibido más de un premio, te puedes sentar a tomar algo. No entraba en los planes del día, pero ya llegará el momento. 😉
Este primer y cómodo tramo sin asfaltar de 1 kilómetro lo hicimos a pie porque a eso habíamos venido, ¡a caminar!, pero se puede hacer perfectamente en coche pues en la zona de la quesería hay espacio para aparcar.
¡Qué gustazo ver tanto verde! ¡Y amapolas! ¡Y margaritas! ¡Y otra infinidad de especies que desconocíamos! Parecíamos dos niñas con zapatos nuevos. Dos niñas recibiendo un baño de alegría primaveral. Hacía muchísimo tiempo que no disfrutábamos tanto con algo tan sencillo y cotidiano: Contemplar los detalles de una flor. 🙂
Quesería – Cabaña del Leñador (2 km)
Este tramo es quizás el más “complicadillo”, sobre todo si se hace en verano, pues está completamente expuesto al astro rey y presenta una ligera y continua pendiente. Un sombrero y una buena cantimplora de agua son ¡imprescindibles! 😀
Eso sí, también es el más generoso en panorámicas. Desde prácticamente cualquier punto obteníamos unas visuales formidables del Embalse de Riosequillo, de unos 26 kilómetros de superficie, o de los Montes Carpetanos.
Incluso vimos, como a mitad de trayecto, la gran lengua blanca en caída libre que dibuja la cascada de San Mamés. 😮
Por su parte, el apogeo primaveral pintaba el camino con sus amarillos, rosas y malvas.
Cabaña del Leñador – Cascada (1’3 km)
¡Qué alivio! Llegamos a la casa forestal -conocida popularmente como cabaña del leñador- algo saturadas de sol por lo que adentrarnos en el espeso bosque madrileño fue un auténtico bálsamo.
La ausencia de naturaleza cedió el testigo a una frondosa y fresca zona de pinos serranos. Unos ejemplares que apenas permitían la entrada de los rayos del sol -¡bendita sombra!- y cuyos troncos acariciaban los espléndidos helechos que tapizaban buena parte del bosque. ¡Qué fresquitas estábamos a su cobijo!
Sin duda alguna, nos pareció el tramo más agradable y también más fotogénico. Salvo algún pequeño camino que transcurre entre piedras y en el que hay que mirar muy bien dónde se pisa, la pista forestal es un cómodo paseo.
Incluso hay una fuente abrevadero y varios riachuelos de agua no tratada que nos vinieron de lujo para refrescarnos brazos y nuca y aliviar la temperatura. 😉
Un mojón que señaliza la “Puerta de los Carpetanos” nos marcaba el tramo de camino que teníamos que recorrer para llegar a la protagonista del día. Nos quedan exactamente 750 metros.
Y cuando pensábamos que la comodidad de la senda nos acompañaría hasta el final… ¡Sorpresa! Tras cruzar un pequeño puente que salva uno de los riachuelos, la sombra vuelve a desaparecer dejándonos al descubierto frente a una ladera de piedra abrupta con una más que respetable pendiente. Preguntamos a una pareja que venía de vuelta y nos dijo que apenas eran 50 metros. ¡Menos mal! Por suerte, había varios escalones que facilitaban el ascenso.
A pesar de que aún no la veíamos, el rugir de la cascada resonaba cada vez con más fuerza. Un sonido que nos daba el aliento necesario para hacer un último esfuerzo. 😛
Y, por fin, ahí la teníamos ante nosotras… ¡La Chorrera de San Mamés! cayendo en picado montaña abajo con alegría. 😮
Las aguas provienen del Arroyo de Pinilla y el chorro que forman en la caída de treinta metros es estrechito formando varios charcos en su base que algún que otro chavalillo aprovechaba para darse un chapuzón -aunque el baño no está permitido…-.
El espacio que rodea la cascada es bastante amplio y es un enclave perfecto para tomarse el bocata, la fruta o lo que te hayas traído. De hecho, así lo hicimos nosotras. Pero porfi, no olvides llevarte la basura de vuelta contigo. 😉 ¡Gracias!
Y hasta aquí nuestra primera escapada tras tres meses de confinamiento… La vuelta la hicimos por el mismo camino sólo que tardamos bastante menos porque tocaba bajar lo subido, jejeje.
Siempre nos gustan las salidas a la naturaleza pero, créenos si te decimos que, ésta, la disfrutamos ¡como nunca! ¡Qué ganas de volver al mundo! 😀